Elsinger, Horacio - LA VIRGEN DE LOS OJOS CERRADOS

---$11.000---..

#02323

Temática: Novela, Tucumán

ISBN: 9789870808671

Editorial: De los cuatro vientos. 2014

Idioma: Español

Tapa Blanda

209 páginas

Sinopsis: El periodista Esteban Diriart debe cubrir para su diario la misteriosa muerte de una niña de trece años en el seno de una secta apocalíptica. Aparentemente se trata de un suicidio, pero la policía no descarta la hipótesis de un asesinato. La visión de la niña de cofia azul y túnica blanca yaciendo en el piso de un oratorio, con los ojos cerrados y un tiro en el pecho, afectará profundamente a Diriart, que obsesionado se sumergirá en el caso. La investigación dará un giro insospechado cuando el periodista descubra un nexo entre la secta de la niña muerta y un período de la historia reciente del país. Inesperadamente, un momento de horror emergerá del pasado y arrojará tina luz siniestra sobre los hechos. Diriart accederá así al infierno del cual se nutre la visión apocalíptica de la secta. 



Comentario sobre la novela “La Virgen de los Ojos Cerrados”, de Horacio Elsinger. Escribe: Daniel Enrique Yépez

En la novela de Horacio Elsinger, La Virgen de los Ojos Cerrados, basada en un hecho real, lo inmediato atrapa. La literatura de diversos géneros y la mayoría de las novelas que leí por lo general mostraban horizontes lejanos, si eran universales, y una cercana y mítica pertenencia si las nutría el realismo mágico latinoamericano. Pero más bien describían un mundo ancho y ajeno, al decir de Ciro Alegría, distante de la magia que supone hacer ficción con nuestro universo cotidiano.

Y este es un logro significativo de su novela, pues como retrato infrecuente de nuestra literatura local, nos invita a identificarnos con la inmediatez constitutiva de nuestras propias historias de vidas.  Esta cercanía no sólo es física o contextual, aunque sea el primer aspecto del relato que tiende al lector un puente de atracción, sino dolorosamente vital, histórica y generacional en su dimensión simbólica. Y en ese plano implícito anidan los significados profundos de su contenido, que sólo pueden desgranarse en filigrana si conocemos de cerca al autor. Esto puede percibirse a través de meditados y logrados pasajes del relato, los cuales se muestran profundamente auto-referenciales, más allá de que HE se resista de dotar a su novela de dicha condición.   

Más allá de la ficción, el protagonista que atraviesa la trama de la novela porta un  antiguo “karma” que abona la identidad personal y la acción profesional de su autor y de referenciales integrantes del grupo familiar: su padre, su único hermano, un tío, un primo hermano, todos ellos fueron y son periodistas. Al mismo tiempo, el nombre de ese joven casi cuarentón, algo melancólico, solitario, recientemente separado de su esposa y empujado a recorrer sinuosas introspecciones, preñadas de recuerdos cercanos, está cargado de futuro. Su nombre -no por casualidad-, también es el nombre de su hijo en la vida real, que a su vez estudia en la universidad Ciencias de la Comunicación, con lo cual el personaje de ficción, o sea él mismo, se proyecta también hacia nuevos espacios generacionales.   

Pero el ahora de este cronista, un atormentado, terco y pesimista obrero de la tinta que se juega entero por resolver el misterioso crimen de una niña, inmediatamente se dispara a un pasado oscuro imposible de olvidar. Deletrear su apellido nos aproxima un paso hacia la espesa bruma de los años de plomo y a la inmolación de una generación. Ese apellido no es otro que el de un viejo amigo y entrañable compañero de militancia, asesinado en 1975 por las fuerzas de seguridad en la ruta 38, durante el “Operativo Independencia”. El mismo que me cortara el rostro, negándose a saludarme y a reconocerme (con lo cual quizás salvó mi vida), en oportunidad de efectuarle la revisación médica un año antes, en el Regimiento 19 de Infantería. Ese encuentro de miradas ciegas y de negación del otro, se produjo cuando ambos hacíamos el servicio militar. Al poco tiempo se transformó en conscripto desertor pues se fugó, luego de la primera licencia.  Pero el asesinato de esa niña inocente de 13 años, abusada y embarazada, cuya última imagen fotográfica gestó el título de la obra, no termina allí. Su martirio se produjo paradójicamente en su propio hogar, donde residía con sus padres y una hermana, dentro de una comunidad religiosa cercana a Río Seco. Asimismo, su padre es el referente principal de esa secta -denominada Los Hijos de la Luz- y sobre sus dudosas prácticas místicas, dogmáticas y endogámicas se posará la mirada policial y periodística.   

A partir de aquí HE nos invita a dar un segundo paso hacia ese infierno donde lo inmediato conmueve. Conjugando ficción-realidad revisa el contorno de esa taimada figura paterna, con lo cual rasga el velo de la insoportable impunidad que padecimos. Aquí el imperativo es delatar a los torturadores más crueles de la última dictadura, que con diversas máscaras se ocultaron intentando borrar su pasado. O como en este caso, apelando a siniestros perfiles evangélicos procuraron pasar desapercibidos. Pero éste es un perejil que encubre otro rostro siniestro.

Y aquí la saga nos llama a dar un tercer paso hacia ese sombrío averno. Ese padre, reconocido torturador y principal sospechoso de abuso y filicidio, es la pantalla que encubre a otro ángel del mal. Ambos fueron dueños de la vida y de la muerte de miles de detenidos-desaparecidos en centros clandestinos de detención de la provincia. Esa terrible realidad inmediata que nos tocara en suerte se vuelve ficción aleccionadora. El segundo oficial, mentado como “El Coronel”, por su subordinado y que fuera su jefe militar, ahora es su jefe espiritual. En nombre de Dios, de la patria y de la civilización occidental y cristiana, prosiguen matando inocentes, violando domicilios, devastando familias y abusando de niñas y mujeres. En la búsqueda frenética de una verdad que lo perturba, HE, a través de su personaje reclama el fin de una falsa inocencia, de vacuas proclamas invocadoras al Supremo y el fin de la inculpabilidad de estos personajes detestables de nuestra historia reciente. Claro, nadie -y menos el personaje central de la novela- podía imaginar que alguna vez los alcanzaría la mano de la justicia. Aún así y en este presente -donde muchos fueron juzgados y condenados-, aún queda bastante por hacer.  En función de lo antedicho, no sólo estamos en presencia de una nouvelle noire que transcurre en reconocidos lugares de Tucumán, sino de un relato donde novelar lo inmediato adquiere un sentido que trasciende la ficción en sí. Por lo mismo, los ojos cerrados de esa niña muerta, están más abiertos que nunca, mostrándonos un pasado denso que durante muchos años se pretendió ocultar y, peor, olvidar impunemente. Se trata, como decía Giovanni Levy, de que la literatura simplemente anticipe la historia. Desde esta perspectiva, el relato de HE logra su cometido.

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