Guzmán, Raquel - Estrategias de narración de la historia reciente. La obra de Lucía Mercado

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Estrategias de narración de la historia reciente. La obra de Lucía Mercado

Narrative strategies of recent history. The work of Lucia Mercado

Raquel Guzmán

CIUNSa

 

Por ahí explotaba una bomba y después otra. Pero la verdad que los chicos

nunca preguntaron que era ERP o AAA (TRIPLE A). Se vivía nada más (La Base 299)

 

Preliminares

 

El estudio de la literatura en /del noroeste argentino demanda constantes desafíos en la construcción de un objeto de estudio plural, diverso, con una trama compleja de variables tanto referidas al tiempo como al espacio y a la configuración de los discursos. En este itinerario encontramos textos que, sin haber sido escritos con voluntad literaria, permiten ver una construcción problemática de los acontecimientos, a través de una densa textura que sutura lo facticio[1] y lo ficticio.  Uno de estos casos es el de la obra de Lucía Mercado, un proyecto intelectual que se organiza a partir de la historia y el destino de los pueblos tucumanos constituidos alrededor de los ingenios azucareros.

Se trata de un periplo de reflexión crítica, iniciado con El Gallo Negro, Vida, pasión y muerte de un ingenio azucarero ([1997] 2007), referido al Ingenio Santa Lucía y continuado con Santa Lucía, los primeros habitantes (2003) La Base (2005) y 50 años, cierre de Ingenios azucareros. 1966-2016 (2016) y la más reciente Relatos (2021) desde los cuales construye ‘lo real’ a partir de testimonios, historias orales, lectura crítica de documentos históricos y artículos periodísticos. Este particular modo de disponer visiones y perspectivas hace posible leer este conjunto de obras como narrativas no ficcionales ya que ponen en primer plano el derrotero de los sujetos en el marco de la vida y padecimientos de todos los pueblos azucareros, plegando los discursos historiográficos que se ocuparon del tema.

Cabe destacar que, desde el advenimiento de la democracia, se acentuó el interés por afianzar las relaciones comunitarias y esto dio lugar a una importante producción de libros que han rastreado las historias particulares de los pueblos (Las calles del nuevo Orán de Hugo Alberto Luna, Famaillá es mi casa de Roberto Roja, Historia de Embarcación de José Desalín Gómez, Notas sobre la historia de Bella Vista de Manuel Valeros y Antonio Salazar, Quebrada de Humahuaca, más de 10.000 años de historia de Ana M. González y María E. Albeck, Acerca de la fundación del pueblo de San Pedro y Los 15 dueños de la Pampa de San Pedro de Jobino Sierra e Iglesias –referidos a San Pedro de Jujuy-, Nueva historia de Monteros de Tulio Ottonello, La feria de Simoca. 300 años de historia de Hugo Morales Solá, entre otros). En algunos casos se trataba de deconstruir la historia provincial o nacional a la luz de documentos, registros, entrevistas, obturados por los discursos hegemónicos, en otros también se procuraba fortalecer grupos de pertenencia -nucleados alrededor de asociaciones o instituciones ya existentes- o fundar espacios propios en barrios o sectores con intereses afines.

En el caso que aquí nos ocupa –la obra de Lucía Mercado- se plantean dos órdenes de problemáticas, la primera en torno al género ya que tienen una particular factura narrativa, y el segundo referido a las condiciones socio-históricas que se ponen en juego en estas producciones[2]. Si bien es cierto ambas cuestiones son complementarias su distinción nos permite situar el carácter complejo de una obra donde se pone en abismo tanto al discurso historiográfico como al literario. La narración se construye  recurriendo a fuentes documentales pero articuladas en una enunciación personal donde el destino privado es metonimia de un problema social específicamente situado en un tiempo y un espacio.

La voluntad de restituir el contexto de los ingenios azucareros tucumanos en su paso del florecimiento a la desaparición se sostiene en estrategias discursivas afines a la crónica, recurriendo al registro, los datos, las fechas pero perforándolos con la voz de un sujeto que no elude lo emocional, lo subjetivo y la voluntad de con-mover a un auditorio. El hablante es también un sujeto de experiencia y comunica esas vivencias transponiéndolas a través de datos particulares o detalles circunstanciales:

Cuando cerró el ingenio ninguno de nosotros, los habitantes del pueblo, sabía qué le deparaba el destino. Los casi noventa años de vida dependientes de la empresa, léase “Ingenio SANTA LUCÍA”, en las ya varias generaciones de nacidos y criados en el ingenio, había generado en casi todos nosotros un sentido de desprotección, temor por el futuro ante la pérdida de la única fuente de trabajo en el pueblo. Pérdida de un Estado de Bienestar –el ingenio que nos daba todo-, el mejor control social que mataba los incentivos (La Base 26)

 

Su carácter testimonial se sostiene no sólo en la indagación de procesos, acontecimientos, nombres y fechas, sino también de dar voz a los diversos actores de esos momentos, a las experiencias, recuerdos, particulares modos de análisis de los sujetos que dieron forma con su cuerpo, con sus ideas, con su trabajo a la historia local del azúcar. La recuperación de los actores, en las inflexiones y tonos de la voz, en las variadas perspectivas que desarrollan frente a los hechos –el cierre del ingenio, la presencia de la guerrilla, la instalación de la base militar- en las imágenes que trazan de sus recuerdos, le da un carácter cenestésico a la historia hasta transformarla en el relato descarnado de la lucha social. La pobreza, el desempleo, el sindicalismo son mirados desde las bases sociales, y la mirada autoral apenas si ancla en algunas preguntas o en breves comentarios a la vez que sitúa también ahí su lugar de enunciación.

 

El entredós

La historiografía, particularmente los investigadores de Tucumán (Pucci, Campi, Osatinsky, Rivas) dieron cuenta de los avatares de la industria azucarera, desde sus inicios hasta la debacle de 1966 y la transformación de la Provincia en las décadas posteriores. Siguiendo a Osatinsky (2012) podemos decir que entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la actividad azucarera se consolidó como la más importante de la estructura productiva de la provincia de Tucumán. En las primeras décadas del siglo XX, con la expansión de la superficie plantada y la ampliación industrial, la provincia pasó a ser el principal productor de azúcar del país. Hacia mediados de la década de 1920 la Argentina tenía más de 130.000 hectáreas de caña de azúcar, de las que más de un 70% estaba en Tucumán.

En contraposición el trigo, el arroz o el tabaco perdieron peso dentro del conjunto de actividades agrícolas, lo mismo que la ganadería y sus derivados. En ese contexto, 1930-1970 sería un período de cambios trascendentes en la estructura productiva provincial. Desde 1955, con nuevas regulaciones, el Estado fomentó el predominio de las empresas más eficientes y de mayor envergadura. Así, mientras que en Tucumán se producía, en la segunda mitad de la década de 1960, el cierre de un número importante de ingenios, las fábricas azucareras de Salta y Jujuy mantuvieron o incrementaron su participación en esta industria.

Por su parte Robert Pucci (2007) se centra en análisis del proceso de liquidación y desmantelamiento de ingenios azucareros de Tucumán en el inicio de la dictadura de Onganía. .A partir del decreto-ley 16.926, sancionado en agosto de 1966 se impuso en Tucumán el cierre de 11 de los 27 ingenios azucareros existentes en la provincia. Para Pucci, la medida llevada a Cabo por Jorge Salimei –Ministro de economía- tenía por objeto transferir gran parte de la producción tucumana de azúcar a los ingenios de Salta y Jujuy.

Las medidas del régimen militar comprendieron, además, la eliminación de unos 10.000 pequeños productores cañeros y la reducción de 120.000 hectáreas de cultivos. La provincia se sumergió en el marasmo más completo a medida que su producción se contraía en un 40 por ciento y la desocupación arrojaba al exilio interior a unos 200.000 tucumanos (Pucci 2007). Uno de estos ingenios cerrados es el Ingenio Santa Lucía, fundado en 1882, a 10 km de la ciudad de Monteros en el sud de la Provincia de Tucumán:

“En Informe Ingenios Azucareros, Centro Azucarero Argentino, Bs As dice acerca del Sr J.F.Moreno:

Fundado el ingenio Santa Lucía departamento de Monteros a 10 km de la ciudad (Monteros) en 1882 por Gerardo Constanti pasa después a la sociedad Moreno y Aguinaga y después a Moreno solo, quien fallece en 1905, disponiendo que el ingenio fuera vendido y el precio fuera destinado a la construcción de escuelas en Tucumán y Monteros” (Primeros habitantes 109)

Estos breves datos historiográficos son el marco necesario para situar un espacio y un tiempo, donde ocurrieron los acontecimientos y las condiciones económicas y sociales que los enmarcaron, como asimismo las fuentes documentales en circulación.

Se construye así la facticidad de los hechos, censos, documentos, acontecimientos para trazar una visión global del todo, los problemas de la industria azucarera. Lucía Mercado complementa esta focalización al poner en primer plano las voces de los actores individuales que participaban desde distintas posiciones del campo social. Surge así un registro polifónico de acuerdos, desvíos y confrontaciones acerca de la manera que cada sujeto recuerda – construye y reconstruye ese pasado. Esta estrategia de contrapunto aparece con marcada intensidad en La Base y en Los primeros habitantes donde la diversidad y cantidad de informantes fracturan los acontecimientos volviéndolos figuras múltiples y a la vez manifiestan una inscriptura en el cuerpo de los sujetos.

En Los primeros habitantes (2003) se traza la historia del Ingenio Santa Lucía hasta 1950, a partir de una profusa bibliografía histórica, cuyo detalle está al final del libro. Pero las expresiones tomadas de estos textos se ve constantemente interrumpida por preguntas retóricas entre paréntesis, cruces con testimonios, puntos suspensivos recurrentes que pliegan lo historiográfico mostrando sus vacíos e imprecisiones:

Leemos a Lorandi y colaboradores en “Tucumán Colonial y Charcas”: “A medida que los distintos grupos étnicos iban siendo sometidos se los repartía en encomiendas “a los beneméritos de la conquista. Para la Corona (de España) era imposible retener a los españoles” ¡en este Tucumán sin oro!

Estrategias como el cambio constante de fuente de escritura, el uso de encomillado dentro de otro encomillado, exclamaciones e interrogaciones con carácter crítico o irónico acerca de la información que se desarrolla, tienen el efecto de puesta en abismo donde se escurre el dato oficial y se desborda la lectura.

Este libro se organiza en dos partes, en la primera se revisa el desarrollo de la industria azucarera en correlación con los distintos momentos de la conquista y colonización de América. De un plano general va poco a poco situando los acontecimientos localizados en Tucumán y particularmente en Santa Lucía. La segunda parte refiere ya a la propia historia del Ingenio y sus trabajadores, poniendo particular énfasis en la vida cotidiana.

La historia del ingenio se engarza con los relatos genealógicos que hilvanan los pobladores respondiendo a preguntas casi imperceptibles:

Todos decían que era un buen hombre [se refiere a uno de los dueños originales del Ingenio, José Federico Moreno], que les hacía quedar los documentos pero nada más, que tenía buen trato con todos y era muy bueno, el pago era poco, pero al día. Mis abuelos y todos esos riojanos jamás han vuelto a La Rioja, todos han muerto aquí, están enterrados en Acheral. (135)

Si bien hay un marco cronológico general, los testimonios están plenos de reiteraciones, saltos en el tiempo, repeticiones de episodios que agregan o sacan personajes, de tal modo que los acontecimientos se van construyendo en sucesivas capas de información. La voz enunciativa que anuda este espacio múltiple oscila entre una visibilidad enfática “el ingenio que nosotros conocimos, digo mi generación”, el estilo directo de preguntas puntuales, comentarios irónicos o una elipsis en la enumeración de datos de compras, ventas, gastos, referidos a las condiciones socio-económicas del momento.

Estrategias similares encontramos en La Base (2005), relato de la situación que se dio en Santa Lucía luego del cierre del ingenio, la transformación de las relaciones entre los pobladores, los avatares laborales, la pobreza y la instalación de una base militar en el marco del Operativo Independencia. La obra se abre con una referencia a una antigua leyenda china sobre el eclipse, que funciona como epígrafe y como índice de lectura:

Según una antigua leyenda china se producía un eclipse cuando un enorme dragón se devoraba al sol.

Entonces sobrevenía el pánico, el terror de no poder comprender cómo se hacía noche en pleno día (…)

La identificación de la voz narrativa con el pueblo narrado “yo fui mi pueblo”, “lo fui en toda su génesis”, unifica los tres relatos –El Gallo Negro, Los primeros habitantes y La Base- convirtiéndolos  en tres partes de una misma unidad significativa, que pueden entenderse a partir del subtítulo del primero “Vida, Pasión y Muerte de un ingenio azucarero”. Susana Brunetti, en un estudio crítico[3] los consideró una saga, aludiendo al carácter genealógico y a la continuidad argumentativa que se observa en los tres libros.

La Base se organiza en dos momentos, el primero corresponde al estado de desconcierto, desesperación y desencuentros posteriores al cierre del ingenio, y el segundo focaliza la intervención militar desde la instalación de la base militar el 9 de febrero de 1975, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. Citas de diarios, de libros de historia, fotografías y testimonios se superponen y construyen la densidad a los acontecimientos:

Ese día me acuerdo patente porque era el cumpleaños de mi hermano y hacíamos fiesta, era 9 de febrero, domingo de Carnaval. Nos levantamos temprano con todo el griterío: ¡era una romería! Llegan los militares ¡miles! Entraron por la calle principal y tomaron todo (lo que fue) la administración, el escritorio, la casa del administrador, las quintas. Camiones y camiones, jeeps, camionetas, todos salimos a la calle a mirar, los chicos gritaban, saludaban a todos: así ponen la BASE MILITAR  en Santa Lucía (Mafi) (222)

La primera parte muestra a un pueblo desquiciado, los testimonios que se suceden dan cuenta del vértigo de los acontecimientos, de la falta de recursos económicos y estratégicos para encontrar una salida a la crisis. La historia nacional, provincial y local se superponen acentuando la complejidad del conflicto. Los microrrelatos familiares, anécdotas, opiniones se transforman en sinécdoque del caos político y social imperante.

La segunda parte, es la contracara, el disciplinamiento, el control, los censos repentinos, las nuevas divisiones territoriales transforman el lugar. Autobiografía, testimonios, ensayo, crónicas son las estrategias de este discurso que, con Chillón (1999), podríamos considerar como “narrativas facticias” que recurren al documento para sostener la verdad del relato pero que, a la vez hablan de otra verdad, construida en la experiencia vital de los sujetos. Cabe aquí consignar que a raíz de la publicación de este libro la autora fue llamada a declarar en los juicios de lesa humanidad en Tucumán, en 2014[4].

A lo largo de La Base se puede ver la transformación del pueblo, de los sujetos y del discurso testimonial. Se citan conversaciones ciertas, posibles, conjeturales; la narración se hace laberíntica, atravesada por las afecciones emotivas de los informantes:

Yo al que no lo quiero es a Bussi. Si fuera por él esto estaría todo volado. Él hacía salir en los diarios que todos éramos extremistas y maleantes. (…) Quería sacar a Santa Lucía del mapa de la provincia. En los mapas de esa época no figura Santa Lucía, yo lo odio por eso ¿Por qué tenía que venir a matar a toda la gente? (Mercado 2005:347)  

De esta manera la trilogía se construye en un entredós, una trama que se desliza entre distintos órdenes, con alusiones y referencias que anudan citas, conjeturas, reflexiones en un constante ir y venir, pero que a la vez muestran los vacíos, que quedan entre el documento, la experiencia y las percepciones. La obra de Mercado da respuestas a las razones por las que la sociedad de los ingenios –y la sociedad en general- sufre y padece la pobreza, la falta de trabajo, el control social, pero a la vez abre interrogantes acerca de lo que puede aprenderse del pasado, el peso de la memoria, las trampas de los discursos reivindicatorios. Las vivencias personales y sociales de la autora tamizan y potencian el relato a través de una voz lúcida que no le teme a sus propias contradicciones, porque también de allí surge la demanda por suturar una sociedad que no ha dejado de abrir heridas. El espacio se potencia en una imagen de Tucumán a la que constantemente vuelve tanto en los grandes acontecimientos, como en las microhistorias de grupos, familias o individuos y muestra que, de alguna manera, el tiempo parece dar vuelta sobre sí mismo.

En 50 años. Cierre de ingenios azucareros. 1966-2016, se articula un relato en cuatro planos. En primer lugar la perspectiva histórica que rescata pormenores de la historia del azúcar, sus orígenes, expansión, modos de producción, desarrollo en el país y en la provincia en particular, reconstruida a través de diversas fuentes históricas y testimoniales. Estas consideraciones sostienen el plan general de la obra al enlazar la historia local del azúcar con la historia económica y política de la Provincia. En segundo lugar el libro focaliza la particular unidad económico-social que constituían los ingenios. A través de datos geográficos, de ubicación, zonas de influencia, límites, dueños, diseños de los pueblos, fotografías antiguas y recientes se dota a la referencia histórica de un espesor vital.  Pero el Ingenio es también una unidad mítica en la medida que constituye el centro del relato del paraíso para unos, fuente de prácticas clasistas y discriminatorias para otros, lugar del progreso para algunos, lugar de trabajo esclavo para muchos. Es el punto de convergencia entre el residuo de la imagen feudal y las expectativas del estado de bienestar.

En esta instancia la autora recurre a sus obras anteriores para releerlas y refundirlas trazando los aspectos comunes que los distintos ingenios enfocados antes, son partes de una textura común.

Un tercer círculo concéntrico es el de la migrancia, los trabajadores de los valles y los pueblos ingresan en ese micromundo del ingenio, muchos llegan para quedarse e identifican el Ingenio con su propia vida. Los que vienen de la ciudad en cambio entran y salen, tienen una visión episódica de esa experiencia. Pero también están los sucesivos y numerosos dueños que van pasando de mano en mano la decisión sobre la empresa y las personas. Tucumanos, riojanos, porteños, cordobeses; como así también franceses, alemanes, españoles circulaban por estos Ingenios buscando producción, dinero, poder o un espacio propio. Un cuarto espacio de significación es la lectura crítica que la autora realiza de la industria azucarera y del cierre de los Ingenios en la Provincia. Como afirma en el Prólogo, titulado “Mis palabras”,

“Este libro trata de eso. Ver, reflexionar, analizar prácticas políticas. Papel, culpabilidad, responsabilidad, de los diferentes actores sociales, laborales, empresariales, gubernamentales. Todo eso que evitó que Tucumán cumpliera con un destino que parecía ineludible: una Provincia, un país moderno, donde fuese posible realizar nuestros sueños” (Mercado 2016:10).

Esta opción crítica la lleva a revisar sin concesiones las desigualdades de la vida en los ingenios, las contradicciones sindicales, los alcances y límites del modelo peronista primero y los planes de desperonización después, las mentiras y titubeos de sucesivos gobiernos acerca de la política azucarera, los negocios de los poderosos, y el modo como frente a las crisis sucesivas desde principios de los ’60 no se pudo, no se quiso o no se supo encontrar una salida que impidiera el nefasto final.

La reciente aparición de Relatos. Cosas de la vida (2021) provoca otro giro en la producción de Lucía Mercado. Los testimonios, registros y anécdotas toman ahora un tono más personal al focalizar la situación de los jóvenes en medio de las convulsiones sociales y económicas de mediados de siglo XX, en una mirada caleidoscópica que atiende tanto al mundo laboral como a los modos de vida, entretenimientos, deseos y proyectos. A través de doce relatos se traza la trayectoria vital de una infancia en el ámbito ilimitado y a la vez constreñido del Ingenio hasta transformarse en migrantes, cabecitas negras, pueblerinos en Buenos Aires. En la construcción de este fresco hecho de memoria y reflexión, ocupa un lugar especial la educación de las mujeres, descripta como el resultado de una tradición indiscutible hecha de vida doméstica y sexualidad, donde todo se aprende de ver (sufrir y padecer) a otras mujeres. Ese itinerario sólo puede ser revertido por la educación, el estudio, propiciado por otros modelos femeninos, la maestra, la profesora, la profesional, la que conduce autos, la que se viste con elegancia.

Los relatos van y vienen entre distintas etapas de la vida y diferentes momentos de la historia del país, la interacción entre los individuos y los grupos, las elecciones vitales, la diversión, el trabajo, el mandato de ayudar a la familia lejana, la tristeza y el tesón para no claudicar muestran otra cara de las crisis sociales, las búsquedas de los jóvenes para hacer una vida desarraigada. Aquí la sensibilidad y la fortaleza de la voz narrativa permiten al lector asomarse a un tiempo y una circunstancia donde hay una herida que no cierra.

 

 

Los avatares de un género

 

Dice Jean Marie Schaeffer (2006) que las preguntas por el deslinde teórico de los géneros es siempre una pregunta que preocupa, ya que tiene como fondo la cuestión de qué es la Literatura. El espacio donde se juega la suerte extensional y la comprensión de nuestra disciplina, sin embargo es un fenómeno a dos puntas, asociado a la producción y a la recepción genérica. Liliana Massara, cuando lee El Gallo negro observa que

Su narrativa se entreteje espontánea, mediante la construcción de un discurso que se conforma entre lo etnográfico, la literatura y la política del azúcar; una historia viva, entre el documento, el recuerdo y la ficción que admite cubrir ciertas interpretaciones y huecos de la memoria; un relato en el que la experiencia parte de lo más genuino y vital del sentir que implican sus raíces, las de la narradora, atadas a Santa lucía, a sus historias orales, a sus tradiciones, a sus emociones. Por estas razones, el texto es el testimonio de una voz que se propone, no dejar un documento de cultura, pero sí, testimoniar una época (Massara 2016).

En este sentido tendríamos que distinguir entre el régimen textual y el régimen clasificatorio de los textos, mientras el primero lo inserta en la tradición –es decir en los antecesores y antecedentes del género- el segundo lo abre a nuevas consideraciones en relación con nuevas redes que puedan tenderse con textos futuros. Crónica, testimonio, historia oral serían las opciones genéricas que lecturas anteriores nos abren para considerar la obra de Lucía Mercado. También podríamos hablar de hibridación genérica en referencia a la coexistencia de rasgos genéricos de distintas especies narrativas, ya que hay rasgos épicos, anécdotas, fragmentos historiográficos, fotografías que condensan acontecimientos. Pero todos ellos están en pugna, lo que lleva a considerar que se trata de un modelo narrativo díscolo, ya que la coexistencia no es de sumatoria ni de integración sino de una disputa discursiva que pone en evidencia el carácter conflictivo de la relación discurso / acontecimiento. 

En este sentido podríamos incorporar esta trilogía en la larga tradición latinoamericana del testimonio que, como dice Volek (1992) plantea un juicio al discurso histórico y su hegemónico afán de verdad, presenta la palabra como arma de un combate ideológico, donde se desmiente la mímesis y se acentúan la heteroglosia y las múltiples realidades[5]. En la medida que recurre a múltiples textos en su construcción, es una producción intertextual, donde este procedimiento está orientado, en muchos casos, a subvertir los artículos que cita mostrando sus caras ocultas y poniendo en evidencia la parcialidad enunciativa.

Como decíamos antes, la autora no oculta su trayectoria personal y pasional sino que, por el contrario la pone en evidencia como metonimia de una sociedad, enlazando problemas sociales y destinos privados e interpelando al lector. Esto muestra la dimensión política del testimonio que aspira al debate, la concientización, la empatía con una causa que –si bien se ubica en el pasado- no ha cesado de manifestarse. Como afirma Victoria García “el testimonio literario latinoamericano surge con un característico sentido político pro-revolucionario, y plantea un cuestionamiento a la noción de literatura sostenida paradigmáticamente por la narrativa de ficción” (376).

En La Base leemos:

Cuando se está en la situación no es fácil objetivar. Estamos inmersos, no es fácil mirarnos desde fuera, algunos árboles tapan la visual pero el bosque está. Algunas veces decimos que la gente no tiene MEMORIA. Puede ser que no lo diga, que desconfíen, que la gente no recuerde, que no quieren, que no lo hacen. Pero no es así, cuando hablo con los adultos todo el mundo recuerda todo. La Titina me dice “…yo ese día andaba con un vestido amrillito y ese me ponía para viajar y se me lo había manchado…”. Recuerdan todo (192).

Con este párrafo se inicia el apartado donde distintos testigos dan cuenta de la razzia que el ejército realizó en Santa Lucía el 28 de noviembre de 1974 después de la matanza de tres vecinos del pueblo, Saraspe, Ibarra y Jiménez. El profundo y doloroso dramatismo de los relatos conserva el coloquialismo, las evaluaciones y creencias que animan a esos sujetos a hablar –a veces por primera vez- de los acontecimientos terribles. Ante esas voces la historiografía es apenas una sombra.

            De esta manera, recuperando la “perturbadora variedad” (Cornejo Polar 1994:17) del testimonio y la crónica latinoamericana, la obra de Mercado apela al compromiso de las nuevas generaciones para discutir, analizar, revisar los acontecimientos locales / regionales / nacionales y resignificarlos en su complejidad, variedad y dispersión.

 

Bibliografía

 

Campi, Daniel (1990), "Política azucarera argentina 1945-1990. Regulación y crisis", Ponencia presentada en The Internacional Sugar Economy in the Post-War World: 1945-90, Gran Bretaña, Inédito.     

Chillón Albert (1999) Periodismo y literatura. Una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona. Universidad Autónoma de Barcelona.

Cornejo Polar, Antonio (1994) Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima: Editorial Horizonte.

Crenzel, Emilio A. (1997), El Tucumanazo, San Miguel de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras – UNT.  

García, Victoria (2012) “El testimonio latinoamericano”, Revista Ex Libris 1. Buenos Aires: Filo-UBA en http://revistas.filo.uba.ar/index.php/exlibris/issue/view/13/showToc

Massara, Liliana (2016) “Lucía Mercado. El gallo negro: Biografías etnográficas de una cultura”. Leído en Jornadas de Historia y Memoria: 1966: Tucumán y el cierre de los ingenios azucareros.UNT.

 

 

Mercado Lucía (1997) El gallo negro. Vida, Pasión y Muerte de un ingenio azucarero. Buenos Aires: Ediciones LM.

------------------- (2003) El ingenio Santa Lucía. Los primeros habitantes. Buenos Aires: Ediciones LM.

------------------- (2005) La Base. Buenos Aires: Ediciones LM.

------------------- (2016) 50 AÑOS. Cierre de Ingenios Azucareros. 1966-2016. Buenos Aires: Ediciones LM.

------------------- (2021) Relatos. Cosas de la vida. Buenos Aires: Ed. L.M.

Osatinsky, Ariel (2001), "Los empresarios azucareros tucumanos frente a las reformas laborales del primer peronismo (1943-1949)", en Actas del 5º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Buenos Aires, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo.        

Osatinsky, Ariel (2006), "Las transformaciones de la estructura económica de Tucumán en la década de 1960 y su impacto en la población de la provincia", en Actas XX Jornadas de Historia Económica, Buenos Aires, Asociación Argentina de Historia Económica.

Pucci Roberto (2007) Historia de la destrucción de una provincia. Tucumán 1966. Ediciones del Pago Chico, Buenos Aires, 2007

Volek Emil (1992) Hecho/Documento/Ficción: Testimonio, Crónicas, El contexto como autor y otras trampas de la fe, en Actas del Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. En https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/11/aih_11_4_036.pdf

 



[1] Albert Chillón caracteriza a los enunciados facticios como aquellos de vocación veridicente, en los cuales la dosis de ficción es mínima, implícita y no intencional. Los presenta a través de dos modalidades, los de tenor documental y los de tenor testimonial, que se diferencian por la demanda de veridicción, precisa en los primeros (crónicas, entrevistas, reportajes) y secundaria en los segundos (autobiografías, testimonios, cartas) (1999:38)

[2] En otros trabajos estudiamos distintos aspectos de la obra de esta autora.

[3] Presentación de 50 AÑOS. Cierre de Ingenios azucareros, 1966 – 2016. Museo Obispo Colombres. 2016.

[4] “Una construcción rectangular inmersa en la oscuridad. Paredes de ladrillo a la vista, cortadas con arcadas prolijas. Escaleras, también de ladrillo, cuyo destino está sellado con cemento. Tachos volcados y desperdicios por doquier. Ese es el aspecto del sótano del ex Ingenio Santa Lucía, en la comuna homónima del departamento Monteros, cuya existencia constataron miembros de la Unidad Fiscal que se encarga de las causas por delitos de lesa humanidad durante el terrorismo de Estado en Tucumán, encabezada por el fiscal Pablo Camuña.

En esa fábrica funcionó “La Base”, uno de los primeros centros clandestinos de detención del país durante el Operativo Independencia (desde 1975). Decenas de vecinos y de testigos que declararon durante la megacausa “Arsenales II-Jefatura II” habían dado cuenta de la existencia de una dependencia subterránea e inclusive, de túneles. Esto último fue descartado. (La Gaceta 3 de junio de 2014)

[5] “En este contexto, el espacio discursivo del testimonio se convirtió en un teatro ritual donde las fuerzas populares y los fieles intelectuales progresistas daban fe sobre el progreso del Progreso y testificaban sobre su fe inquebrantable en la marcha adoctrinada de la Historia. El testimonio que se presentaba en el traje rústico del Pueblo para contestar la "historia oficial," adquiría características del nuevo evangelio profano (Volek 306)


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