Weininger, Otto - SEXO Y CARÁCTER

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#00942

Temática: Filosofía

Editorial: Losada. Buenos Aires.

Colección: Biblioteca Filosófica

Idioma: Español

Título Original en Alemán:

Traducción de: Felipe Jiménez de Asúa.

Tapa: Dura

472 páginas

Sinopsis: En octubre de 1903, cinco meses después de la aparición de este volumen, Otto Weininger se disparaba un tiro en la habitación que había ocupado Beethoven en Viena, ciudad en la que transcurrió una vida que ve la luz en 1880.

A su entierro asistieron, al menos, dos genios vieneses y de familia judía como él: : Ludwig Wittgenstein (1889-1951), filósofo de primera magnitud, y Stefan Zweig (1881-1942). Ambos estaban allí porque, pese a su juventud, Sexo y carácter les había fascinado.

Wittgenstein y Zweig no fueron los únicos lectores excepcionales de un libro como éste, ahora ya un clásico, que ha tenido un enorme éxito en culturas y lenguas muy distintas. Weininger debe su influencia a dos razones básicas. La primera, el hecho de tratar con un desparpajo desprovisto de toda hipocresía problemas esenciales al horizonte de pensamiento que marca la crisis finisecular europea. La segunda razón radica en que pese a la juventud de su autor, poco más de veinte años, revela una erudición inmensa. Esta traducción ha prescindido por razones de manejabilidad de las “más de 130 amplias páginas de notas” de la edición alemana utilizada para su traducción al español.

Sobre un fondo de crisis de valores que Nietzsche representa a la perfección, Sexo y carácter aborda la relación entre los sexos desde una línea marcada por Carl von Westphal, Magnus Hirschfeld, Havelock Ellis, Freud o Richard von Krafft-Ebing. Dicha perspectiva pretende aclarar, en primer término, la naturaleza de la mujer y su posición en relación con el hombre y la sociedad. En un segundo momento, el intento de Weininger será, como el de sus contemporáneos recién nombrados, aclarar el carácter de las otras piezas que se articulan en relación a lo masculino y lo femenino: la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y los llamados estados sexuales intermedios, tan bien iluminados años después por Gregorio Marañón. La opinión de Weininger sobre las mujeres está anclada a su época. Pese a sus finos matices y su erudición, hoy causaría escándalo. Probablemente sería llevado a los tribunales y no podría dar clase en ninguna facultad de Psicología.



Sobre el autor:
Fuente: http://lapiedradesisifo.com/2005/09/25/los-demonios-de-otto-weininger/

 Frente a un personaje como Otto Weininger uno no sabe si sentir la mayor de las repugnancias o la más profunda de las penas. Es cierto que fue antisemita, racista –sus ataques no se limitaban a judíos, sino que también alcanzaban a chinos, a negros e incluso a ingleses–, misógino, homófobo, precursor del pensamiento nazi; pero al mismo tiempo Weininger fue un alma atormentada por sus antecedentes judíos y su consabida homosexualidad, un hombre tal vez algo brillante que no supo aceptarse a sí mismo, y que como consecuencia montó todo un aparato filosófico para justificar su autodesprecio, que daría como resultado final el suicidio a la temprana edad de 23 años.

   Weininger nació en Viena en 1880 en una familia judía acomodada. Fue un estudiante deslumbrante que llegó a hablar, además del alemán, francés, inglés, italiano, español, noruego, y dominaba perfectamente el griego clásico y el latín. En 1902 se doctora en Filosofía en la universidad de Viena, y un año después aparece publicada su única obra, Sexo y carácter. En ese mismo año Weininger acabaría con su vida de un disparo al corazón en la misma habitación en que murió Beethoven en Viena, como homenaje al que Weininger consideraba, como de sí mismo, que era un genio incomprendido. Debido a las ideas que Weininger presentaba en Sexo y carácter, esta obra ha sido apartada con mucha razón de bibliotecas y demás centros de cultura; y Weininger ha sido parcialmente olvidado, pese a que algunas de sus ideas sí podían aportar algo útil al pensamiento humano. De todos modos, los perjuicios que se pueden derivar de Sexo y carácter siempre serán mayores que los beneficios.

   Sexo y carácter se vendió como rosquillas en la Alemania pre-nazi, convirtiéndose en un auténtico best seller: entre 1903 y 1923 se llegaron a hacer hasta 25 ediciones, y fue traducido a 8 idiomas. Su obra causaba el escándalo inmediato en donde aparecía, bien mediante el desprecio absoluto o bien mediante la adhesión más profunda. Sexo y carácter es una de las fuentes que Hitler utiliza para escribir su Mein Kampf –Mi lucha–; y el mismo Hitler, siguiendo a su maestro Eckart, decía de Weininger que es uno de los pocos judíos dignos de admiración, por el desprecio que siente hacia su propia raza y porque decidió acabar con su vida al reconocer su propia inferioridad.

   La visión que tiene Weininger de la mujer es ciertamente escalofriante y se puede resumir en una única frase lapidaria: «aun el más inferior de los hombres está muy por encima de la mujer más elevada». Para Weininger la mujer es simplemente aquello que pone al hombre en situación de pecar. En cuanto a su antisemitismo, Weininger dice referirse no a la raza judía en sí, sino al judaísmo como concepto platónico, como esquema mental y no como herencia genética. Las conclusiones a las que llega en este ámbito no pueden ser igualmente desoladoras y anunciadoras de lo que está por llegar: la superioridad de los arios frente a los judíos, que se caracterizan por su mediocridad en todos los aspectos de la vida. Weininger no propone, sin embargo, el exterminio, ya que plantea la necesidad de que exista el judaísmo para que arios y cristianos tomen conciencia de sí mismos por oposición. Aunque Weininger advierte desde un primer momento que no está atacando a la raza a lo largo de su desarrollo teórico no quedan claros los límites entre el esquema platónico que trata y la propia raza; y como ya se ha dicho, no se salvan de sus críticas chinos, negros o ingleses. Estudia las similitudes entre todas estas razas y la mujer, mostrando todos los puntos que tienen en común. La conclusión a la que llega Weininger es detestable: tanto las mujeres como los judíos carecen de alma, frente al hombre ario, que basa su alma en la masculinidad.

   Pese a la perplejidad con la que alguien que desconozca a Weininger lea estas palabras, su filosofía está plenamente justificada. Para comprender su tesis basta con leer algunas de las frases del capítulo XIII de Sexo y carácter: “De igual manera que sólo se ama en otros aquello que se quisiera ser, y, sin embargo, no se es completamente, así también sólo se odia aquello que en modo alguno se quiere ser, y, sin embargo, se es en parte. No se puede odiar algo con lo que no se tenga cierta semejanza. Con frecuencia los hombres sólo captan de sus semejantes las malas cualidades que les son comunes”. Es decir, el hombre sólo tiene la capacidad de odiar lo que es él mismo y de anhelar lo que no es. Este es el principio que Weininger utiliza para hacer interesantes formulaciones acerca del sexo, pero también para decir las grandes barbaridades que le han hecho pasar a la historia no como el hombre atormentado que fue, sino como el racista y misógino precursor del nazismo que también fue.

   La mayor parte de razonamientos de Weininger rozan la puerilidad. En Sexo y carácter lo único que hace es formular apreciaciones personales de carácter personal, basándose en la observación subjetiva y en autores de dudosa validez, como son Wagner o H. S. Chamberlain. Este modo de razonar pueril se muestra, por ejemplo, en la invalidación que hace de Spinoza, al que considera el filósofo más pobre de pensamiento, por el mero hecho de que éste sea autor judío. Weininger recurre al germánico Goethe como autoridad a la hora de considerar a Spinoza, pero Spinoza –que además fue un gran defensor de la libertad de religiones y un judío heterodoxo– se justifica a sí mismo, sin necesidad de que Goethe hable en su favor. Es precisamente debido a esta propensión a la generalización sin fundamentos por lo que Weininger llega a esas conclusiones tan descabelladas y por lo que hoy en día sólo es tomado en serio por aquellos que, como Weininger, no se preocupan por contrastar sus meras opiniones.

   Weininger es considerado un genio por muchos, entre ellos Ludwig Wittgenstein, que llegó a asistir –al igual que Stefan Zweig– a su entierro, y que le incluyó en una lista que formuló de los autores que más habían marcado su vida y su forma de pensar. Ya se sabe el carácter tan conflictivo de Wittgenstein, que llegó incluso a cambiar radicalmente su forma de pensar a lo largo de su vida, desembocando hacia una especie de misticismo tolstiano. Wittgenstein dijo de Weininger: «pero su grandeza reside en aquello con lo que no estamos de acuerdo. Su enorme error es grandioso». Hay que aceptar que el razonamiento de Wittgenstein, como en otras ocasiones, era erróneo. A pesar de todo, hay que señalar algún acierto parcial en la filosofía de Weininger.

Establece para los sexos tipos platónicos: «M» para la mujer ideal y «H» para el hombre ideal. En hombres y mujeres reales no podremos encontrar los tipos ideales, sino que lo que encontraremos será la mezcla de ambos. Es decir, en un mismo hombre encontramos un lado masculino –en mayor proporción–, y un lado femenino. Cuanto mayor sea el lado femenino en el hombre tanto más femenino será, pudiendo llegar a ser homosexual. Y lo mismo habría que aplicar para las mujeres. Weininger establece tantos por cientos para mediar la masculinidad y la feminidad de un mismo individuo, cosa que desde luego es imposible. Cuando un hombre busca una compañera, lo que está buscando en la otra persona son la parte masculina y la parte femenina que le falta, de tal forma que juntos puedan constituir una unidad. De esta forma, un hombre no aceptaría a una mujer con exceso de masculinidad –pero tampoco con absoluta carencia–, ni viceversa. Según Weininger lo que un individuo busca en el otro es completarse a sí mismo, eliminando la empatía y el concepto de otredad. La comunicación de un individuo con su pareja es en realidad comunicación consigo mismo, en tanto que se establece con la parte que le falta.
   Otra de las aportaciones interesantes de Weininger se refiere a la psicología del genio. Definía al genio de la siguiente forma: «un hombre que descubre a muchos otros en sí mismo. Es un hombre con muchos hombres en su personalidad. Pero, si es así, el genio puede comprender a otros hombres mejor de lo que éstos pueden comprenderse a sí mismos, porque en su interior no sólo posee el carácter que controla, sino también su contrario. La dualidad es necesaria para la observación y la comprensión… en suma, para comprender, el hombre necesita tener partes iguales de sí mismo y de su opuesto». La visión que tiene Weininger de la genialidad es una especie de esquizofrenia, idea en la que más tarde profundizará Lacan. Debido a esta multiplicidad de personalidades, es frecuente que en los genios surja el conflicto, y que aporten un punto de vista mucho más completo y complejo del mundo. Pero la teoría de Weininger de la genialidad también tiene su contrapartida: el genio, como todos los seres humanos, está expuesto a etapas de fertilidad y a etapas de aridez intelectual, en las que el genio pierde la confianza en sí mismo. Se tortura pensando en épocas pasadas, en depresiones que son mucho más feroces que el resto de los hombres. No es improbable que en una de esas épocas de depresión absoluta el genio considere la idea del suicidio. De esta forma, Weininger aporta una posible explicación sobre su propio suicidio y se apunta como un genio intelectual.

Genio o no, la cuestión es que Weininger acabó suicidándose. Tal vez lo hizo porque después del supuesto esplendor de Sexo y carácter entró en una especie de depresión intelectual y se veía con escasas posibilidades de aportar nuevas obras filosóficas de semejante magnitud. Sin embargo, todo parece indicar que otros fueron los motivos. Weininger vivió atormentado por su carácter judío y homosexual, y jamás logró aceptarse a sí mismo. Fue esto precisamente lo que le llevó a postular la inferioridad de mujeres, homosexuales y judíos. Lo que ofrece Weininger en la mayor parte de Sexo y carácter no un pensamiento filosófico profundo, sino la rabia y la impotencia de alguien que no supo tolerar lo que era e intentó hacer de ello un sistema filosófico. De todos modos, Weininger no debe ser absolutamente desechado, ya que tiene algún que otro acierto parcial. Hoy en día una persona racional no podría leer Sexo y carácter sin sentir un profundo asco, pero es necesario el trabajo de expertos y filósofos para separar el escaso grano de la mucha paja, y que así puedan brindarnos lo poco pero muy interesante que Weininger puede ofrecer.

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